• 23 de abril de 2024 20:35

A vueltas con la B de Blockchain.

Autor: Carlos Velasco
Director de tecnología de ByEvolution Creative Factory

Hoy me he levantado un poco obsesionado con el tamaño de la B de Blockchain. Puede parecer una tontería, pero realmente hacía mucho tiempo que no encontraba un caso en el que un cambio tan sutil fuese a la vez tan abismal.

Resulta que cuando la B de Blockchain es así, enorme, mayúscula, nos encontramos hablando de un tipo de red P2P de esas que prometen mucho y dan poco; es decir, una implementación de la tecnología DLT (libro mayor contable distribuido) que se compromete a traer la propiedad privada a Internet y la descentralización de la custodia del valor digital.  Y a mi modo de ver, la Blockchain con mayúsculas es incapaz de cumplir con ambos propósitos a largo plazo.


¿Por qué?
En primer lugar, un DLT requiere sincronizar y transferir a todas las máquinas la totalidad de la información que es candidata a ser escrita -y por extensión protegida-, lo que conlleva unos altos costes de tráfico de red en cuanto se ha de custodiar algo más que texto plano. Cuando hablamos de activos digitales enriquecidos y modelados para cubrir las necesidades de ese #internetdelvalor que viene, el tráfico de red se dispara.

Aun cuando obviemos los costes de transferencia, los desorbitados costes de su almacenamiento replicado nos impactan. Ya lo decía IBM en un estudio de 2020 en el que investigaba la degradación de un DLT si en el 25% de los movimientos escribimos 100KB «on chain» actualizando un mismo registro… Según sus cálculos, en un año, todos los nodos consumirán más de 6GB de disco solo para custodiar dicho registro; es decir, su estado actual y su histórico de versiones.

Y diréis: ya, pero es que un DLT es para almacenar datos «contables» y eso es texto plano. Bueno, dejando de lado que si lo hacemos así perdemos alrededor del 90% de los casos de uso, esos sobre los que se sustenta la revolución del paradigma del #internetdelvalor, la realidad nos golpea de nuevo. Un DLT como Bitcoin almacena en su ledger texto plano del estilo: transferir de A a B cinco unidades, y su almacenamiento crece a un ritmo constante, vertiginoso e imparable de un 25% anual… ¡Un monstruo de voracidad insaciable!


Algunas soluciones de compromiso
La solución que nos da la comunidad no es otra que la de almacenar el valor digital en un sistema externo, custodiado por el trio usuario, clave y permisos, dejando  la red Blockchain tan solo para almacenar el nombre del «dueño» del activo.

Esto es algo así como tener un certificado que me acredita como dueño de un coche que está custodiado en el garaje de un tercero, del que nunca podré llevármelo sin consentimiento del tercero y en el que la decisión final de si accedo o no al coche depende de la voluntad, en exclusiva, del custodio. Peor aún, nada impediría que hubiera otros expendedores que concedan certificados de propiedad sobre el mismo coche a otros usuarios.

Suponiendo que eso nos parezca apropiado -que no me lo parece, ni mucho menos-, lo que no puedo comprender es en qué mejora este doble sistema al tradicional «histórico de logs de usuarios», mantenido directamente en el servicio de almacenamiento elegido para la custodia, cosa que lleva más de 20 años haciéndose sin suponer ningún tipo de problema o revolución.


El estado actual de Blockchain
Más allá de todo esto y aunque podríamos discutir largo y tendido sobre las mil y una situaciones curiosas, indeseables y contradictorias que se dan cuando la custodia del bien y el registro de propiedad están separados en sistemas independientes, cuando le ponemos la B grande a Blockchain, se convierte en una tecnología que seguramente avergonzaría a los ingenieros de software de 1970.

El motivo es sencillo, Blockchain es un tipo de red que realiza su trabajo efectivo por turnos y en cada turno aprovecha solo el trabajo de una de las máquinas desechando el del resto (da igual cual sea el algoritmo de consenso). Esto quiere decir que si hay diez máquinas, el trabajo desechado es el 90% del total, si son 100 máquinas, el desechado es el 99% del total y si hay unas cinco mil como en Bitcoin, el trabajo desechado es del 99,98% del total. La ineficiencia económica, energética y computacional de la aproximación están fuera de toda duda.

Con razón, cuando dejamos de hablar de lo público -todos sabemos que lo público pareciera que no es de nadie y a nadie le importa- la implantación de Blockchain, en el entorno empresarial y privado brilla por su ausencia y se reduce, en el mejor de los casos, a un aporte testimonial, de experimento o un acto meramente propagandístico.

En este punto, si me quieren colgar el sambenito de «hater» de la Blockchain, se lo acepto y casi diría que lo secundo, porque nunca antes vi tanta falacia alrededor de una tecnología, generada en gran medida por la tendencia colectiva a imaginar sin conocer todas las ventajas y debilidades de la tecnología, ese sinfín de posibilidades que le intuimos al #internetdelvalor.

Seré un hater o divorciado de Blockchain; pero eso sí, del Blockchain con la B grande.


¿Qué pasa entonces con blockchain con b minúscula?
Pues que para empezar cambiamos de universo de discurso. Pasamos de intentar cambiar el modo en que el mundo debería atesorar y repartir el valor digital, para focalizarnos en resolver un problema mucho más tangible y mundano.

Pasamos de hablar de enfrentar una gesta épica a la simplicidad de resolver, con elegancia y solvencia, un problema técnico y cotidiano de mucho más bajo nivel.

La blockchain con b minúscula es una estructura de datos sencilla y eficaz que permite a los desarrolladores de software registrar la secuencia de cambios que han transformado un conjunto de datos desde su creación hasta su estado actual, de forma autoprotegida e inmutable. ¡Nada menos!

¿Quieres que tu programa securice la evolución de una secuencia de datos, eventos o hitos para que no pueda ser manipulada? Usa una cadena de bloques blockchain y almacena alguna copia de la misma en un entorno seguro que te permita detectar si alguien la ha manipulado de alguna forma. Incluso se podría garantizar que la cadena de bloques es inmutable aunque solo exista una copia de la misma (NDL Arca y NDL ArcaNet, de Byevolution, son un buen ejemplo).


Abrazando la blockhain

Cuando hablamos del valor digital y lo volcamos en un entorno tan global, diverso, cambiante y repleto de amenazas e inseguridades como es Internet, se han de cumplir requisitos adicionales. El hecho de poder garantizar con objetividad matemática la autenticidad de la información, a todos los usuarios, de forma segura y no invasiva, así como su completa trazabilidad -quién ha aportado qué y cuándo-, simplemente no tiene precio.

Internet del valor necesita servicios que puedan soportar un uso masivo, privado y en tiempo real que, como  NDL Arca, nos permitan modelar los activos digitales como cadenas de bloques blockchain portables, que puedan ser transferidas a través de internet como paquetes de datos corrientes pero seguros, cifrados e inmutables.

Y eso, amigos míos, no es un DLT, ni es Blockchain.

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